La concepción de la lengua como
"nomenclatura" (un juego de etiquetas para designar cosas o conceptos
preexistentes) es criticable según Saussure porque supone, precisamente, que
las ideas preexisten a las palabras. Lo que implicaría que el pensamiento es
independiente y puede existir sin palabras. No es así para Saussure ya que las
palabras delimitan (articulan) la masa de pensamiento.
Desde la perspectiva de Saussure, lo
que el signo lingüístico une no es una cosa (referente real) y un nombre, sino
un concepto y una imagen acústica. La imagen acústica no es el sonido físico,
sino una huella psíquica (esto resulta evidente cuando se evoca mentalmente una
palabra).
Para Saussure "el signo
lingüístico es una entidad psíquica de dos caras", lo representa así:
Entonces Saussure llama
"signo" a la combinación del concepto y de la imagen acústica, y esto
es una entidad psíquica.
Como en el uso corriente la palabra
"signo" se usaba para designar solamente la imagen acústica, Saussure
propone conservar la palabra "signo" para designar el conjunto, y
reemplaza "concepto" por "significado" e "imagen
acústica" por "significante":
Saussure insiste en el carácter
indisoluble de la relación entre significado y significante, y lo compara con
una hoja de papel, el concepto es el anverso y la imagen acústica el reverso:
no se puede cortar uno sin cortar el otro. Como estos cortes varían según las
lenguas infiere la arbitrariedad del signo.
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